14 junio 2024
La propiedad industrial e intelectual ha sido y seguirá siendo, un motor crucial para el progreso y el avance de la humanidad a lo largo de nuestra historia.
Desde tiempos inmemoriales, las personas de manera innata han sido capaces de crear e innovar dando lugar a descubrimientos y creaciones que han transformado radicalmente nuestras vidas.
Sin embargo, lo que a menudo pasa desapercibido, es el papel del azar y la casualidad, crucial en el desarrollo de la sociedad y también en el ámbito de la propiedad industrial e intelectual.
Muchas de las invenciones y marcas más icónicas y emblemáticas de nuestra era han sido resultado de golpes de suerte, azar o accidentes fortuitos, pero hace evidente que debemos mantener una mente abierta y receptiva a las oportunidades que se nos pueden presentar por el camino.
En este artículo, exploraremos algunas de estas fascinantes historias que, aun siendo pasadas por alto en ciertos momentos, se han hecho un hueco entre las compañías o productos más reconocidos del mundo.
LAS CERILLAS
Podríamos decir que los inicios datan del año 1826, cuando el inventor John Walker trabajaba en una fórmula para encender fuego rápidamente y en un descuido, el pequeño palo utilizado para removerla se le cayó al suelo. No se sabe, si al caer al suelo o al intentar limpiar, raspando, los restos derramados, por la fricción el palo se encendió. Importante decir que, el inventor no llego a protegerla como patente.
Las primeras cerillas que contenían fósforo fueron patentadas por Charles Sauria en 1830, pero no resolvían algunos aspectos como el ser altamente inflamables y tóxicas.
Sin embargo, Jöns Jacob Berzelius, químico sueco, considerado uno de los fundadores de la química moderna, junto con Boyle, Dalton y Lavoisier, fue quien tuvo la idea de sustituir el tipo de fósforo utilizado, pasando del inicialmente blanco o amarillo más peligroso al actual rojo más benigno, pero sin conseguir materializar una cerilla fiable para uso cotidiano.
Fue el químico Gustaf Erik Pasch, precisamente alumno del anterior, quien perfeccionó dicho sistema y llegó a la conclusión de encender la cabeza de la cerilla sobre una banda de fricción preparada en las propias cajas que las contienen. Pasch consiguió patentar su invención en 1844 bajo el título “fósforo de seguridad”.
EL IMPERDIBLE
Se le llama de múltiples maneras; imperdible, gancho o alfiler de seguridad, prendedor… pero en cualquiera de los casos se refiere a un tipo de alfiler que se abrocha quedando su punta guardada dentro de un gancho dispuesto en uno de sus extremos y evitar que pueda abrirse fácilmente causando heridas accidentales al usuario.
Ya en la antigüedad las agujas, bien de metal o hueso se utilizaban para sujetar prendas, cumpliendo un cometido similar al de los imperdibles actuales. En cualquier caso, el imperdible fue perfeccionado o reinventado por Walter Hunt, ingeniero e inventor norteamericano, y patentado en 1849.
Como curiosidad hay que indicar que Walter tardó en inventar el alfiler de seguridad tan solo unas horas y que la patente fue vendida por unos 400 dólares de la época, que utilizó para saldar una deuda.
BAYER ®
Bayer® comenzó su andadura profesional en Alemania en 1863, en un sector muy alejado del sanitario: una fábrica de tintes.
Friedrich Bayer y Johann Friedrich Weskott, casualmente, descubrieron que algunos productos para teñir tenían propiedades curativas y, con la cooperación del químico Félix Hoffman, lograron sintetizar en 1894 la fórmula del ácido acetilsalicílico, introducido posteriormente en el mercado bajo la marca de Aspirina®.
MARLBORO®
En 1902, la tabacalera londinense Philip Morris abrió una sucursal en Nueva York. Comenzó a vender allí sus cigarrillos inicialmente bautizados como Marlborough, destinados para mujeres en un primer momento. El nombre, proveniente de la calle Great Marlborough, se acortó posteriormente llegando al nombre actual de Marlboro® para facilitar su ortografía y pronunciación.
Con la idea de promover este producto entre el público masculino, en 1954, casualmente los publicistas de la marca vieron una foto en un periódico del actor estadounidense Robert Norris junto a su amigo John Wayne y pensaron en él como personaje para configurar la imagen de la marca como prototipo del típico vaquero. Curiosamente, Wayne nunca fumó.
EL CUBO DE RUBIK®
En sus tareas como profesor en la Escuela de Artes Aplicadas de Budapest, Ernö Rubik siempre se encontraba con el mismo problema: los alumnos solían pensar en conceptos de superficies planas.
En este caso, no como fruto de la casualidad, sino con la finalidad de ayudarles a imaginar representaciones espaciales o tridimensionales, construyó su primer cubo, de manera sencilla, con materiales tales como la madera y gomas elásticas.
En 1972, solicita su primera patente bajo el título SPATIAL LOGIC TOY, en este caso húngara, bajo el número HURU000158A (N. pub.: HU170062), que fue extendida únicamente a Bélgica.
Posteriormente, en el año 1980, solicita una nueva patente húngara, bajo el número HU259880A (N. pub.: HU180387), consistente en un desarrollo de la patente anterior, es decir, basada en los mismos principios, pero con las conexiones internas del cubo perfeccionadas mediante sólidos nuevos y particulares. Ya en este caso, fue extendida su protección a otros países, tales como Austria, Bélgica, Bulgaria, Chequia, Alemania, Cuba, Egipto, España, Italia, Francia, Finlandia, reino Unido, Grecia, Japón, Países Bajos, Polonia, Portugal, Rumanía, Suecia, Japón o Estados Unidos.
Cabe resaltar que dichas protecciones en otros países mediante patentes se efectuaron bajo la titularidad de la POLITECHNIKA IPARI SZOVETKEZET, constando Rubik como inventor.
Esenciales, en este juego del cubo, son los colores, figuras, números u otros símbolos en las superficies exteriores de los elementos del juguete, pues en caso contrario no habría meta a la que llegar.
AMAZON®
La historia de Amazon® nació en 1994 de la mano de Jeff Bezos en un garaje en Seattle, vendiendo libros en Internet, pero sin acabar de impulsarlo para la expansión que precisaba el negocio.
En una convención de libreros en Los Ángeles, se le encendió la bombilla y le surgieron ideas para la venta. Tras perfeccionarlas, en 1995, abriría la librería virtual Cadabra, marca que posteriormente fue cambiada por ser poco comercial o incluso en alguna ocasión confundida con “cadáver”. Tras la búsqueda de varias opciones, llamó su atención el término Amazonas, definido como lugar exótico y diferente y además de ser el rio más grande y largo del mundo, encajando conceptualmente con su visión para la tienda.
NETFLIX®
Hay un mito que viene a indicar que la historia de Netflix® comenzó cuando Reed Hastings alquiló la película Apolo 13 y que, al devolverla con unos días de retraso a la cadena de videoclub, tuvo que pagar la correspondiente multa.
Sin embargo, Marc Randolph, cofundador de la empresa, relata que todo surgió tras la idea de prestar un negocio de comercio electrónico de productos en soporte DVD.
Originariamente fue un videoclub virtual. Los clientes elegían las películas, a través de una plataforma en línea, para ser entregadas posteriormente por correo postal. Previamente, y para constatar su viabilidad, ambos socios en 1997 se enviaron por correo postal un DVD a sí mismos, comprobando que les llegaba intacto a destino.
Así se sembró la semilla de Netflix®, creando una cadena de videoclubes sin multas.
Finalmente, hay que indicar que la marca Netflix®, procede de los términos Net (abreviatura de «internet») y flix (manera coloquial de referirse, en inglés, a las «películas»).
EL FUTBOLÍN
Quisiera hacer una mención especial a los amantes de uno de los inventos más populares, el futbolín, al menos durante mis años de juventud.
Sus orígenes son muy diversos y disputados. Durante los años 1880 y 1890, tanto desde Francia como Alemania y España, se presentaron diversos modelos de futbolín, sin llegar a triunfar.
A principios del siglo XX, surgieron otras variantes, como el del suizo Knicker o Lucien Rosemarie, que desarrolló el invento con la intención de divertir a sus nietos.
Otro de los inventores a destacar fue el inglés Harold Searler Thorton, inspirado mientras veía un partido de fútbol y jugueteaba con una caja de cerillas, quien obtuvo su patente del futbolín en 1923. Posteriormente, en 1925, su tío patentó una variante en Estados Unidos.
En lo que se refiere a la versión española, la invención es atribuida al gallego Alejandro Campos Ramírez, conocido como Alejandro Finisterre.
Alejandro resultó herido durante la guerra civil española, siendo ingresado en un hospital. Durante el tiempo que estuvo hospitalizado, convivió con multitud de niños que por sus heridas no podían salir a practicar deportes físicos como el futbol. Con el fin de satisfacerlos e inspirado en el juego de tenis de mesa, se le ocurrió la construcción del futbolín, cuya invención registró en el año 1937.
Alejandro tuvo que exiliarse a Francia y, durante el traslado en una tormenta, perdió los documentos de la patente, por lo que se desconoce cómo era aquel diseño en particular.
Conclusión
Como hemos visto, a lo largo de este recorrido por algunas de estas curiosidades, en cierta manera, el azar y la casualidad han desempeñado un papel sorprendentemente significativo en la creación y/o protección de algunas de las invenciones y marcas más emblemáticas de nuestra era.
Historias como las descritas deben ayudarnos a recordar que la innovación puede surgir en los momentos más inesperados y también nos enseñan lecciones valiosas sobre la naturaleza de la creatividad y el ingenio humano.
Además, estas anécdotas nos invitan a reflexionar sobre lo importante que es el mantener una mente abierta y receptiva a las oportunidades que se nos pudieran presentar, incluso cuando pudieran parecernos insignificantes o fortuitas.
Por supuesto, debemos estar dispuestos a explorar territorios desconocidos en busca de nuevas ideas y soluciones y a su vez tener presente la importancia que suponen las herramientas que disponemos a mano, como son la propiedad industrial/intelectual para la protección de estas.
H&A CUMPLE 40 AÑOS
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