Errores geniales que transformaron el mundo de la innovación

7 enero 2025

Errores inesperados han marcado grandes hitos en la historia. Desde el descubrimiento de la penicilina hasta el horno microondas, conoce cómo lo accidental puede dar lugar a descubrimientos sorprendentes.

7 enero 2025

“Nombre al más grande de todos los inventores. Accidente.”
Mark Twain

Cómo los errores impulsaron algunos de los inventos más asombrosos

Cuando pensamos en los inventos que han cambiado el mundo, imaginamos largas noches de trabajo meticuloso, fórmulas perfectas y mentes brillantes trabajando sin descanso. Pero lo cierto es que no siempre es así.

Incluso América fue descubierta por error. Cristóbal Colón estaba buscando una nueva ruta marítima hacia las Indias, cuando por error llegó a las tierras que llamaría: “Las indias del Oeste”.

A continuación, exploramos algunas de estas historias fascinantes, un recordatorio de que incluso los “deslices” pueden ser geniales.

1. Penicilina: el error que salvó millones de vidas

Corría el año 1928, y el bacteriólogo británico Alexander Fleming estaba investigando las bacterias Staphylococcus en su laboratorio del Hospital Santa María de Londres. Un día, antes de salir de vacaciones, dejó algunas placas de Petri sin limpiar junto a una ventana abierta. A su regreso, Fleming notó algo extraño: un moho había crecido en una de las placas y, alrededor de él, las bacterias no crecían. Así nació la penicilina, el primer antibiótico del mundo. Sobre el nombre, Fleming lo llamó “penicilina” debido a que el moho era del género Penicillium notatum.

Aunque Fleming publicó sus hallazgos, no se le ocurrió cómo producir penicilina a gran escala. No fue hasta los años 40 que un equipo liderado por Howard Florey y Ernst Boris Chain desarrolló métodos de producción masiva, salvando millones de vidas. En 1945, Fleming, Florey y Chain fueron galardonados con el Premio Nobel de Medicina por su descubrimiento de la penicilina y sus efectos curativos en enfermedades infecciosas.

Mención especial merece también Andrew J. Moyer, incluido en 1987 en el Salón de la Fama de inventores americanos por sus patentes (US2442141 y US2443989), ambas relativas a un “Método para la producción de penicilina”:

 

“La inteligencia no consiste en no cometer errores, sino en descubrir el modo de sacarles provecho.”
Bertolt Brecht

2. Rayos X: una mirada accidental al interior

En 1895, el físico alemán Wilhelm C. Röentgen, profesor de la Universidad de Würzburg, estaba trabajando en su laboratorio con un tubo de Crookes, un tubo de vacío que producía corrientes de electrones débiles llamados rayos catódicos

Mientras experimentaba en una habitación a oscuras con rayos catódicos y una corriente eléctrica, observó que una pantalla fluorescente, situada a un 1m – 1,5m de distancia, brillaba. Se quedó asombrado, ya que el tubo de Crookes estaba rodeado de papel negro que impedía la salida de la luz normal.

Una historia popular dice que Röentgen descubrió el poder penetrante de los rayos cuando se dio cuenta de que, sin saberlo, había fotografiado una llave que estaba dentro de un libro. Así descubrió que los rayos podían atravesar objetos sólidos e incluso crear imágenes del esqueleto humano. Röentgen continuó sus experimentos con los nuevos rayos invisibles, a los que llamó rayos X, dado que dichos rayos eran completamente desconocidos. Más tarde, algunos científicos los llamarían rayos Röentgen. Su hallazgo le valió el primer Premio Nobel de Física en 1901. Los rayos X en sí no fueron patentados, pero sí sus múltiples aplicaciones en medicina y física.

La primera radiografía que tomó Roentgen, un 22 de diciembre de 1895, causó gran impacto en todo el mundo y actualmente es un documento histórico. En ella se observa la mano izquierda de su mujer Anna Bertha, llevando un anillo en su dedo anular:

 

“He descubierto mil maneras que no funcionan. Pero todo fracaso es un paso más hacia el éxito.”
Thomas Edison

3. Velcro: inspirado por un paseo en el campo

Durante miles de años, el hombre ha caminado por campos llenos de maleza y ha llegado a casa con restos de plantas pegados a la ropa. Es asombroso que nadie aprovechara el problema hasta mediados del siglo XX.

En 1941, el ingeniero suizo George de Mestral después de pasear por los Alpes, observó que las semillas de cardo se adherían persistentemente a sus pantalones y al pelaje de su perro. Intrigado, examinó las semillas bajo un microscopio y descubrió que tenían pequeños ganchos que se enganchaban en las fibras de tela.

De Mestral replicó este fenómeno en el laboratorio y, tras 10 años de experimentos, desarrollando y perfeccionando su invención, creó un sistema de cierre inspirado en la naturaleza de lo que hoy conocemos como Velcro, consistente en dos tiras de material sintético (nylon), donde una tira contiene miles de pequeños ganchos y la otra tira contiene miles de pequeños bucles. Cuando las dos tiras se presionan entre sí, forman una fuerte unión, también conocido como Cierre de gancho y bucle (del inglés “Hook-and-loop fastener”).

Por cierto, sobre el término “Velcro”, De Mestral nombró a su compañía como Compañías Velcro, un acrónimo de los términos franceses “velours” (terciopelo) y “crochet” (gancho), creando así la emblemática marca registrada VELCRO®. La patente original (CH295638) se depositó ante la oficina de Patentes Suiza en 1951.

 

“Ningún hombre jamás se hizo grandioso o bueno excepto a través de muchos y grandes errores.”
William E. Gladstone

4. Horno microondas: un dulce derretido desencadenó la revolución culinaria

En 1945 durante la Segunda Guerra Mundial, Percy Spencer, un ingeniero que trabajaba en la empresa Raytheon, estaba experimentando con magnetrones (dispositivos utilizados en radares). Mientras trabajaba, Spender se dio cuenta de que una barra de chocolate que tenía en su bolsillo comenzaba a derretirse. Intrigado, realizó más pruebas con otros alimentos (palomitas de maíz, huevos) y descubrió que las microondas podían calentar comida rápidamente.

Este hallazgo accidental condujo a la creación del primer horno microondas, llamado Radarange, que pesaba más de 300 kilos y medía 1,68 cm de alto. La patente que describe este dispositivo se registró el 8 de octubre de 1945, con número de publicación US2495429A.

 

“Nunca desprecies un error. Puede ser la llave que abra la puerta que estabas buscando.”
Albert Einstein

5. Post-it: el pegamento que no pegaba demasiado

En 1968, Spencer Silver, un químico de los Laboratorios 3M (Minnesota Mining and Manufacturing Company), estaba tratando de desarrollar un adhesivo súper fuerte. Pero en lugar de eso, creó por error un pegamento que apenas se adhería y podía despegarse fácilmente sin dañar las superficies. Nadie sabía qué hacer con él hasta que Arthur Fry, un colega de Silver, tuvo una idea brillante mientras estaba cantando en el coro de la iglesia. Fry usaba marcadores para guardar la página en el himnario, pero se le caían continuamente del libro, así que se le ocurrió usar el adhesivo débil ideado por Silver para crear marcadores de papel reutilizables.

Así nació el Post-it, un producto insignia de 3M que ahora es indispensable en oficinas y hogares. Aunque no fue patentado originalmente, el adhesivo usado está descrito en patentes como US3691140A, relativa a “Microesferas copolímeras de acrilato”.

 

“Quien nunca camina salvo donde ve huellas de hombres, no hace descubrimientos.”
J.G. Holland

6. Coca-Cola: una fórmula medicinal que conquistó al mundo

En 1886, el farmacéutico, John Stith Pemberton, creó un jarabe medicinal para tratar problemas de digestión y dolores de cabeza, a base de vino y extracto de coca que llamó “French Wine Coca“.

Tras prohibir la ciudad de Atlanta la venta de alcohol en 1885, decidió crear una versión “light” sin alcohol a base de coca. Pemberton llevó su nueva medicina a la farmacia Jacobs. Le indicó a Venable, su asistente, que mezclara el jarabe con agua y lo enfriara con hielo. Lo probaron y estuvieron de acuerdo en que era delicioso. Pero cuando Venable mezcló otro vaso, accidentalmente añadió agua carbonatada en lugar de agua normal. Esta vez, los hombres se quedaron encantados con el resultado. Decidieron que, en lugar de ofrecer la bebida como un remedio para el dolor de cabeza, la venderían como una bebida de fuente.

Así nació Coca-Cola, una de las marcas más icónicas del planeta. Por cierto, sobre el nombre, decidieron llamarla así “Coca-Cola” por las hojas de coca y las nueces de cola que contenía.

Aunque la receta original nunca fue patentada para mantenerla en secreto, Pemberton probablemente no imaginó que su “tónico medicinal” terminaría convirtiéndose en una bebida mundialmente famosa.

“Los errores son el portal del descubrimiento.”
James Joyce

7. Patatas fritas: la venganza del chef

En 1853, George Crum, un chef de Nueva York, tuvo una discusión acalorada con un cliente particularmente quisquilloso que se quejaba de que sus patatas (“Chips”) eran demasiado gruesas y aceitosas, exigiendo que se llevaran su plato de vuelta a la cocina. Frustrado, George cortó las patatas extremadamente finas, las frió hasta dejarlas crujientes y les añadió sal. Ante la sorpresa de todos, al cliente le encantaron y pidió más.

Rápidamente se corrió la voz de estas crujientes patatas fritas y hasta principios del siglo XX se las conocía como patatas fritas de Saratoga, en honor a la ciudad donde se introdujeron (Saratoga Springs, Nueva York). Así nacieron las famosas patatas fritas que hoy todos conocemos.

Aunque el método de preparación de las patatas fritas no fue patentado en su día, esta historia es un claro ejemplo de cómo un error o una reacción impulsiva puede llevar a un descubrimiento delicioso.

Conclusión: el valor de los errores

Estos ejemplos demuestran que la innovación no siempre es el resultado de un plan perfectamente ejecutado. A veces, el azar, la curiosidad y la capacidad de observar lo inesperado son los verdaderos catalizadores. Cada error en el laboratorio, cada desliz en la cocina o cada momento de frustración contiene el potencial para cambiar el mundo, siempre que estemos dispuestos a aprender de él.

Así que, la próxima vez que cometan un error, piensen en esto: tal vez estén a punto de descubrir su propio “error que cambió el mundo”.

Ya sea fruto de un tropiezo o de un logro brillante, en nuestro despacho H&A estaremos encantados de escuchar su historia, asesorarle y proteger su invención como se merece.

“No te preocupes por cometer errores. Prueba cosas nuevas, rompe normas, no tengas miedo de fallar. Es el precio de la innovación.”
Mark Zuckerberg

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Fernando Asensio

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