23 octubre 2024
Según datos del “Informe Anual de Comercio Exterior Agroalimentario: 2023” elaborado por la Subdirección General de Análisis, Coordinación y Estadística, Subsecretaría de Agricultura Pesca y Alimentación del Ministerio, con datos extraídos el 18 de marzo 2024, y publicado el pasado 29 de julio, las exportaciones agroalimentarias y pesqueras españolas alcanzaron el valor de 70.431 M€ en 2023, con un incremento del 3% respecto al ejercicio anterior de 2022.
Con este dato, España se mantiene como cuarto exportador de la UE de este tipo de mercancías, solo por detrás de Países Bajos, Alemania y Francia.
La Unión Europea sigue siendo un año más nuestro principal socio comercial, donde Francia, Alemania, Portugal, Italia y Países Bajos, encabezan el ranking de socios comunitarios. Más allá de las fronteras de la UE, Reino Unido, Estados Unidos, China, Japón y Marruecos, encabezan la lista de principales destinos.
Por su importancia en valor, los principales productos agroalimentarios exportados por España son (1) Carne de porcino, (2) Aceite de oliva, (3) Cítricos, (4) Vino y mosto, (5) Otras hortalizas frescas (espárragos, pimientos, champiñones, aceitunas frescas, etc., (6) Frutos rojos, kiwi y caqui, (7) Productos de panadería, pastelería o galletería, (8) Preparaciones alimenticias, (9) Frutas de hueso, (10) Otras legumbres y hortalizas en conserva.
Son muchos los retos a los que se enfrentan los exportadores agroalimentarios a la hora de planificar y afrontar el desembarco de sus productos en el mercado internacional. A los propios desafíos derivados de las particularidades culturales, sociales y lingüísticas de cada territorio, se unen los que dimanan del entramado comercial y normativa local de cada mercado, así como los retos financieros y logísticos que deben afrontar las compañías del sector atendiendo a la naturaleza perecedera de los productos exportados y a la larga distancia geográfica existente con determinados mercados estratégicos.
Y cuando hablamos de papel fundamental, lo hacemos desde una doble perspectiva. Por un lado, como garantía de protección y defensa de nuestro activo intangible (marcas, patentes, desarrollos tecnológicos y diseños) en los mercados destino; y por otro, como importante moneda de cambio para ser más competitivos, exclusivos y ser un referente en el mercado.
En artículos anteriores de este blog hemos tratado en profundidad las diferentes vías de protección de dicho activo y de cómo se garantiza con ello nuestros derechos exclusivos a través de las distintas modalidades de propiedad industrial, tratando así de evitar que nuestros productos sean imitados y se aprovechen del posicionamiento que tienen en el mercado como consecuencia de su diferenciación, exclusividad y, sobre todo, como fruto de todo el esfuerzo económico y humano invertido.
Pero, ahora, queremos centrarnos en cómo los procesos de creatividad e innovación sirven de impulso a la exportación de productos en un sector tan importante en nuestro país como es el agroalimentario y de lo esencial que resulta el aumento de la inversión en tecnología con vistas a mejorar la eficiencia, la productividad y la calidad de nuestros productos, permitiéndonos con ello ser más competitivos en un mercado global.
La innovación y la tecnología no sólo actúan como locomotoras para el avance en los procesos de transformación del sector agroalimentario desde el punto de vista de la competitividad sino que también aportan soluciones para afrontar los desafíos que las compañías de dicho sector deben de afrontar en la internacionalización de sus productos. El cambio climático, la mejora y eficiencia de los procesos productivos, la sostenibilidad y la optimización de todas las fases de la cadena de distribución y transporte destacan entre dichos retos.
A las empresas del sector agroalimentario que pretenden competir en un mercado global exportando sus productos, se les exige una innovación y desarrollo tecnológico constante, que les haga adaptarse a las inclemencias meteorológicas que afectan a su materia prima, a los continuos cambios de tendencia en los consumidores, así como a las particularidades de cada territorio, consiguiendo con ello potenciar la competitividad de sus productos en los distintos mercados.
El aumento de temperaturas y episodios climáticos extremos producidos por el denominado cambio climático se convierten en una autentica amenaza para el sector agroalimentario y, en concreto, para la calidad y seguridad de sus productos. La innovación y los desarrollos tecnológicos se convierten, una vez más, en pieza fundamental para amortiguar los problemas derivados de dichos fenómenos.
Creando herramientas biotecnológicas que optimizan los cultivos y desarrollando variedades más resistentes a las inclemencias meteorológicas, implementando tecnologías que optimiza el riego y la energía, y anticipándose a los estragos climatológicos con tecnología de predicción y monitorización, es la manera en que la innovación agroalimentaria trata de paliar el posible daño a sus productos, de manera que no afecte a su calidad y, sobre todo, que garantice su seguridad de cara al consumidor.
La agricultura y ganadería 4.0, ofrecen tecnología de digitalización de procesos productivos, con software y equipos que optimizan y mejoran el sistema de producción, convirtiéndolo en un sistema más eficiente, económico y sostenible. El uso de la inteligencia artificial está ayudando también a optimizar los productos y procesos gracias al análisis de datos, convirtiéndose en una herramienta que permite anticipar tendencias de mercado y tomar decisiones de una manera más ágil en la planificación de la producción y mejora de producto.
Las grandes distancias geográficas con determinados mercados estratégicos internacionales y al carácter perecedero de los productos agroalimentarios hacen que la apuesta por la innovación, desarrollando e implementando soluciones tecnológicas en la cadena de suministro, se convierta en cuestión fundamental para que el producto llegue al consumidor final de una manera segura. Y todo ello se consigue optimizando tecnológicamente los procesos logísticos, de transporte, almacenamiento y distribución, apostando por la eficiencia y la sostenibilidad, reduciendo con ello su impacto ambiental y no poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de los consumidores.
Y toda esta apuesta innovadora y tecnológica va encaminada a que sus productos lleguen a un consumidor cada vez más comprometido con la sostenibilidad, la calidad y los hábitos saludables. La innovación y el desarrollo tecnológico está transformando dicha industria, con proyectos de I+D tendentes a buscar soluciones a unas demandas cada vez más exigentes por parte del consumidor y donde la aparición de las denominadas “Foodtech” (unión de los términos food (alimentos) y tech (tecnología) juegan un papel fundamental, con su ecosistema propio de startups, compañías privadas y públicas, que trabajan de la mano en impulsar la innovación y el desarrollo tecnológico en el sector.
La evolución de los productos se ha hecho necesaria en industrias de todos los sectores, a la par que ha evolucionado el perfil del consumidor. En el sector agroalimentario, el consumidor no sólo busca la autenticidad y frescura del producto sino que valora también su aporte nutricional, apostando con ello por una alimentación sana y sostenible. Dicho esto, para lograr diferenciarse y competir en un mercado global en continua evolución, las empresas del sector tienen que apostar por el desarrollo y búsqueda de la evolución de sus productos, tratando de incorporar nuevos ingredientes y formulaciones que aporten beneficios saludables, sin dejar a un lado su presentación, elaboración y forma en la que se pone en manos del consumidor, con el desarrollo de nuevos tipos de envases, en tamaños y composición, tratando que se diferencien y sean exclusivos en sostenibilidad, seguridad, ergonomía y transportabilidad.
Toda esta apuesta por la innovación, esencial para la exportación y competitividad de los productos agroalimentarios en el mercado global, conlleva grandes inversiones y esfuerzos, tanto desde el punto de vista económico y financiero, como el invertido en tiempo por el personal investigador y de desarrollo de producto. Por esta razón las inversiones en investigación y desarrollo cuentan con diferentes incentivos, que se traducen en vías de financiación y beneficios fiscales, siendo necesario crear una estrategia para cada etapa de ciclo de vida de los proyectos I+D+i.
En definitiva, debemos apostar por la innovación como palanca de impulso en la exportación de nuestros productos, donde el uso de la propiedad industrial, como garante de nuestros derechos en los diferentes mercados destino, favorece que sean más competitivos, más exclusivos y se conviertan en un referente en el mercado.
La alta competitividad en un mercado global repleto de desafíos hace que la apuesta por la innovación, el desarrollo tecnológico y la propiedad industrial, demande afrontar dichos retos con un enfoque, acompañamiento y asesoramiento global. Hoy en día, las compañías necesitan ir de la mano de un partner que ofrezca soluciones 360º y que cuente con un amplio abanico de servicios en torno a la propiedad industrial e intelectual, la innovación y en la gestión de incentivos en actividades de I+D+i. Y este servicio integral sólo puede ser prestado por profesionales y compañías con una experiencia, una trayectoria y una infraestructura como la de H&A.
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