27 noviembre 2018
Ya hace más de cuarenta años que vivo en Barcelona y, como suele ocurrir, hemos recibido la visita de unos amigos. La tradición impone la típica visita turística por Barcelona: el barrio gótico, la Sagrada Familia (sí, sí, continúa en obras …), el Parque Güell, el Passeig de Gracia, las Ramblas, Plaça Catalunya.
Quizás porque los ciudadanos de Barcelona ya estamos acostumbrados, pero al ver la ciudad desde la óptica de “turistas”, nos percatamos de una realidad que inunda algunas de nuestras calles y espacios públicos: el top manta.
Desgraciadamente, los “manteros” cubren determinados espacios públicos con sus mantas y sábanas repletas con miles de productos falsificados: camisetas de equipos de fútbol, zapatillas deportivas, gafas de sol, bolsos, carteras, perfumes, ….
A nuestros amigos les llama poderosamente la atención no solo el número de personas inmigrantes que ofrecen estos productos falsificados, sino también el importante número de anónimos “clientes” que se detienen en esas improvisadas paradas y también, por qué no decirlo, la permisibilidad de la policía local.
Desde hace ya varios años, coincidiendo con la entrada en el Consistorio del nuevo equipo de gobierno municipal, se tolera la activa presencia de los “manteros” en nuestras calles, pese a las quejas de los comerciantes legales que sí pagan sus impuestos y, por ende, sí que contribuyen al mantenimiento general del sistema.
Desde hace más de veinte años trabajo en el sector de la Propiedad Industrial. Asesoramos a nuestros clientes en la mejor estrategia para proteger sus marcas, sus invenciones, sus diseños y sus creaciones. También ejercemos, en su nombre, las acciones previstas en nuestro ordenamiento jurídico para que las infracciones de sus derechos de propiedad industrial cesen y no vuelvan a cometerse. Sin embargo, la realidad de las calles de Barcelona pone de manifiesto que para que las acciones de los titulares de marcas, patentes y diseños sean efectivas deben venir acompañadas por otros factores. No me refiero en esta ocasión a la agilización de los Tribunales en la tramitación de las causas que conocen motivadas por delitos contra la propiedad industrial o intelectual, sino a factores que inciden en el posicionamiento de los gobiernos locales ante estas infracciones que se comenten en su demarcación y la sensibilidad de los “consumidores” para que dejen de comprar esos productos falsificados.
Se habla, y es cierto, que el negocio de las falsificaciones tiene efectos que se proyectan mucho más allá del respeto de los derechos de las empresas sobre su activo inmaterial. Hoy en día, los foros de sensibilización de este grave problema apuntan al fraude fiscal en la venta de estos productos falsificados, situaciones de explotación de los trabajadores en las fábricas, blanqueo de capitales, fraude a la Seguridad Social e, incluso, afectación a la salud pública… Todas estas situaciones son “efectos colaterales” del negocio de las falsificaciones.
Prácticamente se falsifica de todo: prendas de vestir, calzado, perfumes, cremas cosméticas, pasta de dientes, preservativos, juguetes, artículos de escritura, herramientas, artículos de iluminación… Incluso folios en blanco se llegan a falsificar.
Sin embargo, los consumidores continúan parándose ante los vendedores del top manta, no solo para curiosear, sino para adquirir productos falsificados. Es cierto que esos vendedores (la mayoría de ellos inmigrantes) son el final de una cadena. Más que de una cadena podemos hablar de una “organización”, con tentáculos que se proyectan a nivel internacional en un negocio, negro, que desprecia las normas y las leyes por las que deberían regirse todos los que operan en el comercio.
Existe otra realidad, más íntima, de aquellos que no se detienen en las paradas del “top manta” pero que, desde el anonimato de Internet, adquieren productos falsificados en la realidad online.
Esas organizaciones criminales a las que me refería antes no son ajenas al negocio online. Es lamentable comprobar cómo en algunas redes sociales, mercados online y páginas web es posible adquirir producto falsificado con total impunidad.
En el entorno online ya existen herramientas que utilizan algunas compañías para detectar y eliminar anuncios de productos falsificados. Las estadísticas de algunas de esas herramientas demuestran que las compañías que disponen de una política de protección de su marca online consiguen reducir el volumen de productos falsificados. Sin embargo, uno de los principales campos de batalla es el de la sensibilización de los consumidores por el respeto a las normas. Los consumidores no somos ajenos a este grave problema relativo a la venta de las falsificaciones y, de hecho, tenemos una importante responsabilidad al respecto.
Finalizamos la visita turística a Barcelona, pero no podemos cerrar los ojos ante este grave problema. Seguro que, en su próxima visita, la Sagrada Familia continuará en obras, pero ojalá hayamos conseguido la sensibilización de algunos consumidores y que la clientela del negocio de las falsificaciones se haya reducido.
H&A CUMPLE 40 AÑOS
Defendiendo el valor de lo intangible, aquello que nos hace únicos.
Comentarios
1 comentario
José Luis 28 noviembre, 2018
Recomiendo el libro de Moisés Naím: “Ilícito.Cómo traficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo”.Ed. Debate. Compré el libro en Venezuela, donde el problema de los buhoneros está en el centro de Caracas hasta el punto de haber echado a residentes y empresas que tenían allí su sede. En el libro se explica cómo el producto de este negocio financia redes criminales de otro escalón entre las que se encuentran organizaciones terroristas. Esto último me fue confirmado desde dos embajadas en la propia Venezuela y desde distintas Cámaras de Comercio.
El problema creciente lo vemos en nuestras calles. Estamos adormecidos por un cierto buenismo que nos impide ver más allá de la manta que está en el suelo.
Según tengo entendido, los delitos contra la Propiedad Industrial son perseguibles de oficio, es decir, cualquier agente de la autoridad tiene obligación de intervenir de igual modo que si encontrara billetes de banco falsificados. He visto intervenciones en determinados mercadillos, me consta que las autoridades actúan si hay denuncia previa, pero no es usual hacerlo por propia iniciativa. Quizá porque se pueden originar allí mismo otro tipo de problemas.
Urge llamar la atención sobre este fenómeno y particularmente reprochar también al cliente su comportamiento. Hay actividades donde se está pensando en penalizar al cliente y en algunos países se hace. Esta, desde luego, debiera ser una de ellas.