“Las empresas que deseen obtener pleno rendimiento de sus conocimientos especializados y de su creatividad deberán tomar las medidas apropiadas para establecer una estrategia de Propiedad Intelectual e intentar incluirla en su estrategia empresarial general.” (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual – OMPI)
Esta frase literal de la OMPI nos advierte de que la Propiedad Industrial tiene un carácter estratégico en las organizaciones, y ello porque en materia de protección del conocimiento que se genera en las empresas existen básicamente dos enfoques:
- Uno pegado a la “tradición” (portfolio de patentes, de marcas, de diseños…), que podemos describir como registros de mera tenencia y que, normalmente, no se explotan de forma activa.
- Otro más avanzado que contempla el conocimiento en la empresa con una “visión de helicóptero”, capaz de establecer interconexiones y de coordinar el que se genera con el punto de mira fijo en la rentabilidad futura y en el crecimiento.
Hace ya años que la mencionada OMPI insta a superar aquel primer concepto meramente registral. La empresa de hoy en día, que ha superado la crisis y que, seguro, ha aprendido de ella, demanda rentabilidad del conocimiento que genera y por ello, tras el registro de su propiedad industrial, se pregunta acerca de cuál es el beneficio que va a obtener del mismo.
Con ese punto de mira al que nos referíamos más arriba puesto en la rentabilidad, debe la empresa enfocar su actuación desde el mismo momento en que se plantea una idea o desarrollo. En esta etapa, deberá disponer de todos los antecedentes tecnológicos (quién está haciendo qué, dónde y con qué resultados, tanto técnicos como de mercado) que se parezca a su futuro desarrollo. Igualmente, deberá tener previamente una idea acerca de dónde y cómo comercializará, siguiendo un plan para lograrlo con la Propiedad Industrial como su principal aliado.
A fin de asegurarse una protección jurídicamente válida, será preciso establecer protocolos y acuerdos de confidencialidad, tanto internos como externos, desde las fases iniciales de investigación. Igualmente será preciso inventariar los conocimientos a fin de determinar cuáles serían protegibles y con qué alternativas (patente, modelo de utilidad, secreto industrial…) y con qué extensión geográfica, pues no son decisiones que deban tomarse al final.
Por otra parte, en el devenir tecnológico actual, los conocimientos no nacen ya solo en la propia empresa. Normalmente entrará en juego el conocimiento compartido con otras empresas o, incluso, con centros tecnológicos, Universidades… así como el concepto y la forma de trabajo propios de la Innovación Abierta. Por ello deben conocerse los mecanismos operativos y jurídicos que intervienen en este ámbito a fin de dar seguridad, los de licenciamiento y los de contratación en materia tecnológica. Ello lleva implícito saber cuáles son los precios de mercado y cuánto podremos obtener por nuestro esfuerzo convertido en conocimiento. Es decir, valorar.
Valorar los propios productos y la marca con que se comercializan será una de las premisas, pues solo podemos considerar válidamente innovación el fruto de la I+D que alcanza con éxito el mercado. Con una valoración es posible, además, obtener financiación, poniendo esos activos de Propiedad Industrial como garantía, algo que contempla nuestro ordenamiento jurídico y que no todos conocen ni saben sacar partido.
En la puesta en el mercado del conocimiento que se genera en las organizaciones intervienen distintos departamentos (I+D, producción, marketing, financiero, legal… y por supuesto la Dirección General). Estos departamentos deben estar debidamente coordinados entre sí, de modo que lo que uno haga no perjudique los esfuerzos de otro. Como ejemplo simple podemos poner el de un departamento de ventas o marketing que divulga un nuevo desarrollo antes de su protección jurídica por patente. Si esto sucede, el desarrollo ya no podrá ser patentado y quizá no retorne el beneficio esperado. Por ello es imprescindible diseñar unos flujos de información interna y un procedimiento de toma de decisiones.
Para la optimización y coordinación de todo ello es importante trazar una estrategia de negocio y disponer de un instrumento de gestión avanzada de propiedad industrial. Conocer qué se protege, qué no y por qué. Qué vías utilizar, saber cómo transferir tecnología y cómo recibirla con seguridad; cómo manejar contratos que abarquen estos conceptos, cómo establecer pactos con el personal que trabaja con información sensible, cómo internacionalizarse con garantías, cómo obtener financiación con la garantía de la propia propiedad industrial que se genera, cómo coordinar a los distintos departamentos de la empresa, etc. y todo ello a través de una única herramienta: un instrumento avanzado de gestión de la Propiedad Industrial.
Este mecanismo es factible, asequible desde el punto de vista económico y cómodamente abordable en cuestión de tiempo.
Tenerlo implantado es lo normal en las empresas más competitivas. Una eficiente gestión de la Propiedad Industrial e Intelectual lleva a una mayor competitividad y ello conduce a adquirir nuevo conocimiento, a usarlo, a licenciarlo, a aumentar las relaciones comerciales… y con ello a un mayor retorno del esfuerzo.
Algunas de las entidades que lo implantaron (hay también universidades, entes públicos, etc.), lo definen como “sencillo, eficiente, rentable e innovador”.
Con ello, desde H&A contribuimos a que nuestros clientes alcancen lo que señalan los organismos internacionales que velan por la competitividad instando a establecer una estrategia de Propiedad Industrial e Intelectual en las organizaciones para optimizar su beneficio.
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